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5. Autonomía de las ciencias.

En la antigüedad y en la Edad Media, los estudios científico-experimentales se agrupaban, junto con los filosóficos, en la filosofía natural (de la naturaleza). Incluso la obra principal de Newton, que fue publicada en 1687 y es un tratado de física en el sentido moderno, lleva el título de "Principios matemáticos de la filosofía natural". 

 

El desarrollo de las desde el siglo XVII explican que ciencia experimental parecía a algunos ser el único conocimiento válido de la naturaleza, y la filosofía quedaba reducida a reflexiones metodológicas o al estudio de las conclusiones científicas para lograr una síntesis de ellas.

 

El cientificismo optimista de los siglos XVIII y XIX, veía en las ciencias la solución de todos los problemas humanos; por el contrario, el pesimista cientificismo reciente reconoce los límites de las ciencias, incluso los exagera y los extrapola a todo el conocimiento humano, afirmando que nunca se puede llegar a afirmar con certeza ninguna verdad (es el caso de posturas como las de K. R. Popper y M. Bunge). 

 

Las importantes revoluciones científicas del siglo XX han ayudado a comprender mejor la naturaleza del método experimental. Sin embargo, la difusión de los prejuicios positivistas, y la insuficiencia de algunos planteamientos filosóficos más difundidos (de tipo racionalista, existencialista o materialista), han hecho que la situación, en conjunto, siga siendo bastante confusa: la filosofía de la ciencia ha experimentado gran desarrollo, y ha conseguido notables logros respecto a temas parciales (sobre todo de tipo metodológico). Por lo general, las relaciones entre ciencias y filosofía, hasta la actualidad, adolecen de múltiples equívocos y confusiones por ambas partes.

 

AUTONOMÍA DE LAS CIENCIAS Y FUNCIÓN DIRECTIVA DE LA FILOSOFÍA

 

Las ciencias particulares no realizan un estudio propiamente metafísico: utilizan bases metafísicas sin adoptar el enfoque propio de la filosofía. Esas ciencias tienen su propia autonomía:La filosofía tiene respecto a ellas  una función directiva de orden superior, que no interfiere con su lógica y autonomía. 

 

La filosofía juzga y dirige a las demás ciencias, porque le compete juzgar los principios primeros de todo conocimiento humano y el valor del método científico, de modo que es tarea suya determinar el objeto propio de cada ciencia y clasificar las ciencias en una jerarquía según la naturaleza de cada una. 

 

Las conclusiones de las ciencias particulares no se deducen de la filosofía (como pretendía en algún modo Descartes), ni tampoco son totalmente independientes de ella (como afirman los positivistas: ciencias particulares que pretenden prescindir de fundamentos filosóficos).

 

Al respecto, Jacques Maritain concluye acertadamente cuando afirma que para avanzar en las ciencias no hay necesidad de ser filósofo, y que los sabios, al cultivar sus ciencias, no tienen por qué pedir consejo a la filosofía ni aspirar a ser filósofos, pero a la vez señala que sin la filosofía, el científico no podrá darse cuenta del lugar ni del alcance de su especialidad en el conjunto de los conocimientos humanos, ni conocer adecuadamente los fundamentos de su ciencia.

 

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